LA TOGA Y EL FUSIL

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LA TOGA Y EL FUSIL
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LA TOGA Y EL FUSIL

 

 

El traje color negro que acostumbran los magistrados (jueces) en algunas ceremonias, no solo les da realce, sino que parece ser garantía de que sus juicios serán justos.  Lamentablemente no siempre es así.

 

Los impecables uniformes que lucen los militares, con vistosas charreteras y múltiples condecoraciones, también dan la impresión, no solo de su valor, sino que son hombres justos.  Pero no siempre es así.

 

En épocas pasadas, el poder militar predomino por sobre todo.   Hoy es el judicial quien actúa como garante del cumplimiento del orden.  La toga, sin el fusil, es casi nada.  Y el fusil sin la toga es un peligro.

 

En el ejercicio de jueces y militares, en forma breve se puede afirmar que es mucho más fácil que un militar se equivoque y no un juez.  Dicho en otras palabras, en el fragor de una batalla, cualquier cosa que se mueva se confunde con el enemigo.  Con frecuencia se dispara primero y se averigua después.

 

En cambio, el juez luego de examinar un expediente, usualmente durante más tiempo del que debió ser, desde un cómodo sillón y luego de beber un buen café, es difícil que condene a un inocente o darle la libertad a un asesino, a un corrupto, o a un violador, sin embargo, más de una vez, ocurre lo contrario.

 

Desde el inicio de nuestra independencia el poder militar estuvo representado por Bolívar y el judicial por el general Santander, que dicho sea de paso, abusó más con los textos legales que con el fusil.  Finalmente el control quedó en manos de los llamados Bartolinos, que eran  los hombres de las leyes.

 

Fue entonces cuando el general Bolívar debió abandonar el poder y luego en medio de burlas, enfermo y abandonado de casi todos, se marchó a buscar en el mar de Santa Marta un poco de calor para mitigar el frío de la muerte.  Pero mucho más que éste, el de la ingratitud humana.  Es difícil comprender que mientras más se sacrifique un gobernante, mas vejaciones recibe.  Por el contrario, los que hacen poco, viven tranquilos por el resto de su vida.

 

Leyendo las páginas de nuestra historia, aún con las imprecisiones que figuran en éstas, quizá un poco a la ligera, uno creería, que la rama judicial últimamente tan afecta a los placeres del turismo internacional y a disfrutar de generosas pensiones de jubilación, ha causado más daños que la militar. 

 

Cómo duele ver a militares condenados de por vida como el coronel Plazas, cuando otros, que actuaron por fuera de la ley, y no propiamente dedicados a la oración y al canto de maitines, hoy gozan no solo de la libertad, sino de las prebendas del servicio público.

 

PD.  Dr. Luis Carlos Restrepo, procure no hablar y deje que los hechos demuestren su inocencia.  Muchos colombianos están convencidos que usted siempre obró de buena fe, aunque sus servicios le hayan causado daño, a personas que jamás perdonan.

 

 

Medellín, 25 de enero de 2.012