LA NAVIDAD

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LA NAVIDAD

 

Amable lector.  Faltan pocos días para la celebración de la Navidad, la época más hermosa del año para los cristianos.  Los mayores recordamos con cierta nostalgia, el pesebre con olor a musgo y en las noches las luces titilantes de las velitas; y sobre todo las figuras de San José, la Virgen y el Niño Jesús, acompañadas del buey, la mula, las ovejas y los pastores.

 

En esta fiesta se conmemora el nacimiento de en un niño nacido en Nazaret o quizá en Belén de Judea, en una noche de diciembre plena de estrellas.  Si en el pesebre había un buey y una mula, es algo intrascendente.  Lo que importa es su vida y los mensajes que dejó a la humanidad, expresados por medio de parábolas de un profundo significado.

 

En un principio se supo de Él por la tradición, único medio, en ese entonces de trasmitir la historia.  Los padres le contaban a sus hijos y éstos a sus nietos.  Más tarde se encontraron los primeros fragmentos escritos en papiro, en mayor cantidad que los de cualquier otro personaje.  Son verdaderos tesoros que se conservan en varios países de Europa. 

 

Durante sus primeros años Jesús pasó casi inadvertido, solo cuando alcanzó la edad de treinta años comenzó su vida pública, que duró un poco más de dos años.  Se rodeó de unos hombres que pescaban en el lago de Galilea.  Después otros lo acompañaron a realizar su misión; desde entonces se conocen como sus discípulos o apóstoles. 

 

Enseñó por medio de parábolas, entre otras, la del Sembrador, la del hijo Pródigo, el Grano de Mostaza, el Fariseo y el Republicano, el buen Samaritano y el rico Epulón y el pobre Lázaro. Estando cerca de Cafarnaúm proclamó las bienaventuranzas, tan olvidadas hoy,  pero que siguen siendo un compendió que invita a la meditación. 

 

Jesús habló en palabras sencillas a las gentes que lo escuchaban con entusiasmo y admiración.  Exaltó la justicia, la caridad, la bondad, la humildad y la misericordia.  Pero también condenó el adulterio, la avaricia, el escandalo, la hipocresía, la mentira, la venganza y el orgullo. Desde ese entonces hizo una severa advertencia:  “Más valdría que le atarán al cuello un piedra de molino y lo tiraran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeñuelos.  Tened cuidado”. 

 

Él, sin dejar de ser manso y humilde de corazón, tuvo carácter, lo demostró en múltiples ocasiones,  basta citar cuando los soldados lo buscaban para apresarlo ¿A quien buscáis?.  A Jesús Nazareno, les respondió:  “Yo soy”. Y cuando Pilatos le preguntó si era el rey de los judíos, contestó:  Tu lo has dicho; luego no habló más.

 

Escuchando el villancico Noche de Paz, me distraje pensando que Jesús conversaba con un grupo de sacerdotes, que hoy son los sucesores de los apóstoles. Como la noche ya caía y a pesar de que era muy poca la luz, me pareció ver que su rostro era tan triste como cuando inició el camino a cruz.

 

En esta Navidad me pregunto, si acaso Él no fue claro en sus mensajes, pues durante veinte siglos ha existido tanta incongruencia entre sus enseñanzas y la forma como actuamos.  Es casi seguro que más de una vez, tocó a la puerta de una parroquia y nadie respondió.

 

 

Medellín, 12 de Diciembre de 2013

 

 

Rafael Isaza González