EL RELOJ Y EL COHECHO

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EL RELOJ Y EL COHECHO
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EL RELOJ Y EL COHECHO

 

El equipo de fútbol, los Santos Inocentes, después de un reñido partido ganó por la mínima diferencia.  Muchos protestaron la actuación del arbitro, pues opinaron que de alguna manera favoreció al vencedor.  Más tarde, el juez recibió un bonito reloj Rolex. Amable lector, no estoy seguro si a usted le guste el fútbol o si prefiere temas más serios.  Espero que las siguientes líneas sean de su interés.

 

Hace poco la Sala Penal de la Corte Suprema manifestó en fallo dividido, que el servidor público que recibe un regalo después de que ha proferido una decisión no incurre en cohecho; valga decir, que el funcionario no obró en contra de la ley.  Este pronunciamiento se hizo con ocasión de un exdirector nacional de la fiscalía, que gracias a su intervención, ordenó el cambio de un fiscal, con lo cual muchos presumen que favoreció a quien meses más tarde le obsequió un costoso reloj Rolex, cuyo precio en el mercado es del orden de $25 millones y no de $5 millones como en forma equivocada se informó.  No sobra agregar que dicho funcionario tenía antecedentes en otras actuaciones poco claras. 

 

Luego de leer este pronunciamiento, recordé el comentario que me hizo hace  tiempos, alguien que ocupó un alto cargo en el Gobierno, cuyo  despacho, entre otras funciones, debía resolver reclamaciones, casi siempre por sumas importantes.

 

Según él, más de un funcionario encargado de atender estos procesos, se comunicaba con los interesados para explicarles que en principio la decisión de su negocio era adversa.  Pero que él podía colaborar para que los superiores modificaran el dictamen.  Luego, con un poco de rubor, agregaba que el valor de esta merced era solo el 20%, de la suma discutida. Y que por tratarse de un acuerdo entre personas honorables el dinero sería cancelado después de tener en sus manos la providencia según lo prometido.

 

Ignoro si actuaciones como ésta ocurren en la actualidad.  De todas manera, resulta extraño, por decir lo menos, que nuestros altos magistrados actúen con tanta ingenuidad, al tolerar hechos como el que acá se comenta;  desconociendo así nuestra frágil humanidad, tan propensa a la dádiva que con frecuencia es el peso que inclina el péndulo del discernimiento. 

 

De insistir en esta posición, es decir, que recibir dádivas, regalos, obsequios o simples recompensas, no son delito, por lo menos se debería fijar un tope en porcentaje del salario mínimo mensual, por ejemplo del 8%.  Pues de otra manera,  no habría diferencia entre el juez que recibe un libro, por ejemplo la Imitación de Cristo y el que recibe un Mercedes deportivo color rojo escarlata. 

 

En resumen, es preferible ver un juez con la camisa manchada de tinto, que con un reloj Rolex en la muñeca; inclusive con un bolígrafo de oro marca Cartier.  La camisa se lava y queda limpia, la conciencia no.

 

Por último, no sobra decir, que nuestros magistrados deberían obrar, por lo menos, como lo hacen los médicos, para evitar la pandemia que a todos nos tiene tan preocupados.

 

 

Medellín, julio 3 de 2009