EL CAFÉ

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EL CAFÉ

 

 

Amable lector.  Si mal no recuerdo a principios de la década de los años 70, en una amena charla el expositor se refirió a un pescador de rio que era la admiración de todos los que practicaban los fines de semana este deporte.  Que dicho sea de paso, alguien comentó que un mal día de pesca era mucho mejor que un buen día de trabajo.  Mientras sus competidores a lo sumo pescaban dos peces, él mostraba con orgullo doce o más sabaletas.

 

Pasó el tiempo y el viejo pescador siguió en la misma curva del río, sin advertir lo que en forma tan hermosa describe nuestro Código Civil:  “Por el lento e imperceptible retiro de las aguas”.  Como las aguas se alejaron de ese lugar, nunca más volvió a pescar.

 

La semana anterior escuché decir a uno de los amigos de la tía Jesusita, con motivo del paro de los cafeteros, que el mundo del café ya no era el de antes y que la situación de este gremio, en adelante sería más dura y a la postre inviable para muchos de ellos. Entre otras razones, porque mientras la producción de otros países se ha incrementado en forma notoria, por el contrario,  el nuestro va en franco deterioro.

 

Luego se refirió a que la mayoría de los colombianos, consideran que no es justo que los cafeteros estén pidiendo un subsidio, pues otros sectores, a manera de ejemplo,  algodoneros,  cacaoteros, arroceros y floricultores, tendrían el mismo derecho de exigir una ayuda económica del Gobierno.

 

Mientras sorbía una tasa de café, agregó que el caso de los cafeteros es muy diferente. Pues en años anteriores los cultivadores del grano contribuyeron con parte de sus ingresos para consolidar el Fondo Nacional del Café que se creó en el año de 1940.  Se rascó la cabeza, y dijo que no tenía claro, quien tiene mayor responsabilidad, si el Estado o la Federación Nacional de Cafeteros, en el mal manejo que se dio a estos recursos. Que si se hubiesen invertido con un mínimo de prudencia, hoy el Fondo tendría un valor de varios billones de pesos.

 

Más de una vez escuché acerca de los traviesos y ruinosos negocios celebrados por la Federación, que de ser ciertos, rayan, mejor dicho exceden los limites de la negligencia.   Como la memoria es frágil, alguna entidad responsable, debería analizar el manejo que se dio a estas inversiones en las últimas décadas.  Ojalá que este informe sirviera para no repetir lo que ocurrió con los cuantiosos recursos, que el viento se llevó, y que tal parece nadie si dio cuenta.

 

En la precaria situación del sector cafetero, aprovechando los errores del pasado, es forzoso hacer cambios en los cultivos. Inclusive, es factible que algunas de las tierras que otrora fueron la cuna del café, ya no lo sean.  A veces sueño que un buen café es igual a degustar un buen vino. Hay botellas de este licor que valen $25.000 y otra $125.000 o más.  Igual pudiera ser con una tasa de un exquisito café.

 

 

Medellín, 6 de marzo de 2.013

 

 

Rafael Isaza González